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sábado, 2 de julio de 2016

¡Vive!

A veces, la vida, pasa un martes.

Llega así, sin avisar.
Sin que le puedas preguntar nada.
Sin haberte preparado,
Sin ser consciente, quizá...

Llega un martes y no te espera.
Ni siquiera la ves llegar...

Y, quizá y con suerte, algún sábado (después de haber dejado cientos de martes atrás), se atrinchera en tu cabeza un recuerdo. Así, sin más.

Y lo piensas y te araña.
Y no sabes qué querrá.

Te concentras en el lunes previo,
O en el miércoles que vino detrás...

Nada. No recuerdas nada.
Pero no olvidas aquel martes.

Y, de pronto, te das cuenta de que el tiempo es sólo eso: tu capacidad de recordar.

Descubres que, en el cuerpo, se te guardan segundos que fueron los primeros,
Que antes no hubo nada y que los próximos, cuando lleguen, tampoco avisarán...

Por eso, no vivas nunca un martes como un día cualquiera.
No esperes señales, ni sueños, ni ojalás...

Que la vida se te escapa y ya no volverá.

Muérdela con ganas,
Y si no te escucha, ¡háblale a gritos!

Que aquí no venimos a matar el tiempo.
Que es él, el que nos mata...

Que, de pronto, la vida pasa un martes.
Y yo quiero saber que, de esos, aún me quedan muchos más...

¡Vivamos la vida antes de que se nos acabe!
¡De lunes a domingo!
Y los días de guardar...

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