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martes, 31 de octubre de 2017

Nunca creí que lo diría: al final, fue un sí.
Me lo dijo la vida por primera vez y por ser así, me costó creérmelo.

Cuántas veces te imaginé esperándome al final del pasillo, con la emoción en tus ventanas y el rubor en mis latidos.

Y supe que era un sí, cuando te vi durmiendo sin miedos, ni angustia. Sin motivos para la prisa, en el sillón de mi salón.

Supe que era sí, cuando mi gato decidió que no había hogar más cómodo que tu regazo y tu resperación tranquila pintó con caricias nuestro corazón hecho pedazos.

Supe que era sí en aquel atardecer en la playa, cuando te empeñaste en proteger mis pasos, librando la mayor batalla contra las olas y mis fracasos.

Supe que era sí cuando sonó la canción que me invitaste a bailar, tomándome las manos y la vida, aceptándome el pasado, soñando el porvenir...

Supe que era sí porque no tuviste miramientos: supiste de mi guerra y te quedaste a luchar.

Y nadie lo hizo antes.

Y supe que era SÍ.

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